Con un tratamiento veterinario adecuado y con los cuidados de Ana y Amelia, Blaky poco a poco pudo volver a maullar, a hacer otros sonidos, a aceptar al nuevo gato y hasta convertirlo en su nuevo mejor amigo, sin embargo, nunca volvió a ronronear. Le practicaron varios estudios para evaluar su salud y aunque todo salió normal Blaky se rehúsa a ronronear, pero siempre está dispuesto a recibir caricias, tomar largas siestas y comer algunos bocadillos, se puede decir que es un gato feliz.